Qué difícil que es hablar de ciertas cosas. Aun en tiempos de desnudeces televisadas y erotismo a flor de piel, sigue habiendo temas de la vida humana que terminan aplastados por un mundo de tabúes, como ocurre por ejemplo con el deseo de mujeres y hombres de entregarse a los placeres del sexo habiendo pasado la frontera de los sesenta. ¿Está mal? ¿Quién lo dice? ¿Con qué argumentos? El prejuicio no sólo reina entre los jóvenes, sino también entre los adultos mayores. Tal vez suceda porque el inconsciente colectivo tiende a pensar que, dentro de las consecuencias de volverse viejo, está el fin de la vida sexual. Un concepto erróneo.

El deseo sexual no termina con las canas ni debemos mirar con terror el paso de los años asociados una decadencia sexual.

La realidad es que la sexualidad, a diferenciad del sexo, nos acompaña durante toda la vida.

El sexo puede ser,  un aliado en la madurez que no solo incrementa la calidad de vida sino que puede llegar a prolongarla.

El sexo no es cuestión exclusiva de la juventud. Ni siquiera de hormonas. El sexo es una voluntad de acción, un deseo de descubrir nuevos aspectos de la existencia y un modelo abierto que desmitifica añejos y obsoletos roles sexuales. El sexo en la tercera edad puede ser una fuente de gratas sorpresas que abra una puerta a nuevas dimensiones.

Y por si hace falta aclararlo, señores y señoras: la sexualidad siempre aporta a la calidad de vida de las personas. Quienes cuidan su cuerpo y su mente, se recrean y mantienen su vida social, suelen conservar también el deseo y la conexión física.

La sexualidad no sólo devuelve la vida, sino que vence a la muerte. Hay un mito social que considera a la vejez como sinónimo de muerte: muerte social, laboral, conyugal, de pareja y también sexual. Entonces, el viejo de la familia se vuelve un ser desprovisto de intereses personales. Como si sus deseos, necesidades y sueños, en este momento de la vida, se acotaran al bienestar de sus seres queridos.

Pero muy lejos de desaparecer, según los expertos, la sexualidad simplemente muta, se transforma. Así como la forma del deseo y el modo de relacionarse cambian con la edad.

Los especialistas coinciden en que el órgano más importante en la sexualidad, es el cerebro. Pero con algunos simples ejercicios, ejercicios de Kegel consistentes en contraer y relajar la zona muscular de la pelvis, con el fin de fortalecer los músculos de la zona genital, practicados regularmente, mejoraran notablemente algunas disfunciones sexuales, tanto en hombres como en mujeres, que se puedan ir presentando.

Envejecer es un camino que se transita a través de los años y que implica cambios biológicos y psicológicos relacionados con el proceso involutivo, que es irreversible e inexorable. Pero hacerse viejo, en cambio, es un concepto social que provoca sentimientos de rechazo al envejecimiento y, a nivel individual, se traduce en la pérdida de la autoestima y la autosuficiencia. Hay que saber distinguir la diferencia.

Admitamos sin miedo nuestras necesidades y por supuesto, si tenemos algún problema que nos impida tener una sexualidad normal, debemos hacer lo posible por solucionarlo sin miedo, empezando por acudir a un especialista.

ANIF & JACL
DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN SANINET MADRID
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